CULTURA

‘Vacío’: fotografías para recuperar el paisaje de una isla insomne

El Centro de Arte Juan Ismael acoge la exposición fotográfica ‘Vacío’, de Carlos de Saá, un recorrido por los paisajes de Fuerteventura durante el confinamiento.

El Juan Ismael acoge las 19 fotografías en blanco y negro de la exposición de Carlos de Saá. Foto: Nacho González.
María Valerón 0 COMENTARIOS 17/01/2021 - 09:18

La primera fotografía de Carlos de Saá no fue con la cámara, sino con los ojos. La recuerda nítida, mágica, y aún la busca. Llegó a su retina bordeando el paisaje y atravesó la ventanilla trasera de un Mercedes 240; era 1981, De Saá tenía ocho años y el coche lo conducía su padre.

“Devoraba la imagen: el paisaje era, hasta cierto punto, irreal y mágico; generaba, al mismo tiempo, miedo y ganas de entrar en él”, cuenta el fotógrafo. “Eran los ojos y la imaginación de un niño, pero el recuerdo se mantiene; cuando empecé a hacer fotografía me di cuenta de que lo que yo quería fotografiar no era el paisaje en sí, sino lo que a mí me había transmitido ese paisaje. Así que sigo buscando, sin encontrarla aún, la foto que hice de niño en el coche de mi padre”.

Ese paisaje irreal, mágico, inunda estos días el Centro de Arte Juan Ismael, en Puerto del Rosario. A través de las diecinueve fotografías en blanco y negro que conforman la exposición, Vacío recorre una Fuerteventura sin rastro humano, un proyecto de fotografía documental y de autor en el que el objetivo de Carlos de Saá se abre paso por un territorio salvaje: la Isla durante el confinamiento.

Un ave remonta el vuelo, atravesando una enorme nube y dejando el abrigo del árbol. La imagen, la más conceptual del conjunto, se titula En ese instante y abre el recorrido fotográfico; tras ella se suceden en la sala costas y montañas, tierra cuarteada, barcos que rompen con el entorno, aves que traen vida a la arena y al aire, hamacas a la deriva en un espacio que (ya) no es el suyo. Son las imágenes de una isla al desnudo y de un tiempo detenido, casi un reloj de arena en horizontal. El texto introductorio a la exposición, escrito por Juan Darias, advierte: “La cámara trabaja como el microscopio del entomólogo, eterniza un instante y fragmenta un espacio para proponernos un viaje a través del espejo”.

Y es que el tiempo de Vacío remite a un territorio congelado, al espacio dormido e inmóvil que todos conocimos, pero nunca (hasta ahora) en el exterior. Para Carlos de Saá, el tiempo es, justamente, el juego más caprichoso de la fotografía: “Una de las más alucinantes características de la fotografía es que, siendo siempre una simple fracción de segundo, puede transmitir tiempos muy diferentes: bien mucho dinamismo, acciones en desarrollo, movimiento o, al contrario, como es el caso de esta exposición, aparentar que el tiempo se detiene y queda dilatado. Es la imaginación del público la que resuelve la imagen y la que cierra el proceso”.

El tiempo detenido sobrevuela sobre el concepto de vacío, que, para De Saá encierra, sobre todo, ausencia, desasosiego. “Si bien este trabajo puede ser entendido por el público como fotografía documental, y ser visto de forma muy pragmática, mi interés es que la exposición no se conozca en este sentido de forma exclusiva, sino que se perciba la intención emocional del conjunto”, explica el autor. Y es que el vacío de la exposición entra y sale, intermitente, en el dolor, para abrigar un enfoque más amplio, colectivo: la reflexión sobre el territorio y el paisaje.

Repensar el territorio

Dolor, tristeza, melancolía, belleza y dignidad, sobre todo dignidad, conforman, para el fotógrafo, la intrahistoria del paisaje recogido en Vacío: “Veo, especialmente, una dignidad del paisaje: aunque lo surque la huella de un coche, aunque aparezca en él algo que no debe estar ahí, hay dignidad. Continúa imponiéndose, a pesar de todo”.

“El paisaje que nos ha dado bonanza está agredido y abandonado”

La narrativa del proyecto fotográfico, explica, gira en dos líneas conceptuales: el regreso al origen, a una Fuerteventura ya olvidada, y la toma de conciencia sobre la importancia de nuestro paso sobre el paisaje.

“Me gustaría que existiera, a partir de la exposición, una reflexión en el público, un entendimiento real del lugar en el que vivimos y lo que queda cuando nos vamos de él. Queda la belleza de un paisaje, su dignidad que se impone, pero también las huellas que, quizás, si tuviéramos que elegir, no dejaríamos”, explica Carlos de Saá, que hace referencia al texto de apertura de la exposición, de Juan Darias para ejemplificarlo. “Juan Darias escribe: ‘Estamos como el paisaje, agredidos y abandonados’. Yo sentí, efectivamente, que el paisaje está agredido y abandonado: el paisaje, que nos ha reportado una gran bonanza económica, la mejora de nuestras condiciones de vida, que es el verdadero protagonista del éxito turístico. Ese paisaje, sin embargo, ha sido agredido por un enorme depredador”.

Y, sin embargo, las imágenes que recogen esta huella humana, mantienen la belleza del espacio, la dignidad, como indica el autor, de un paisaje fuerte que se impone y resiste. Susan Sontag relataba en su ensayo Sobre la fotografía (1973): “Una fotografía es tanto una pseudopresencia como una muestra de ausencia. Como un fuego de leña en una habitación, las fotografías son incitaciones a la ensoñación”. Quizás Vacío nos devuelva el sueño del paisaje, la ausencia de lo que fue y la fuerza demoledora de una isla que permanece.

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