FUERTEVENTURA

“Lo más duro fue que me acusaran de haber provocado un foco de infección”

Diana Pérez es la dueña del bar La Farra donde se produjo un brote de COVID a mediados de agosto. Estuvo dos semanas ingresada, aunque asegura que lo más duro fue la ‘criminalización’ a la que se vio expuesta en las redes sociales y el temor a que su negocio se hundiera

Diana Pérez, en su bar. Foto: Carlos de Saá.
Eloy Vera 0 COMENTARIOS 14/11/2020 - 08:33

Diana Pérez estuvo dos semanas enchufada a una bombona de oxígeno por culpa de la COVID, que acabó ocasionándole una pulmonía. Mientras luchaba contra el virus en una habitación del hospital, en la calle, una cadena de WhatsApp y comentarios en medios de comunicación y redes sociales les acusaban a ella y a su bar, La Farra, en Puerto del Rosario, de haber ocasionado el mayor brote de contagio de coronavirus en la Isla.

Dos meses después de aquel infierno, asegura que lo más duro fue no poder luchar contra los bulos y la criminalización a la que se vio expuesta. “Los contagiados no hemos matado a nadie ni hemos querido que esto nos pase”, insiste.

Lleva dos meses intentando olvidar todo aquello, con la esperanza de que las secuelas de la COVID algún día desaparezcan de su cuerpo. También ha estado dos meses en silencio, viendo cómo se le ha señalado y acusado de imprudente y de haber sembrado el virus en la capital. Ahora rompe su silencio para dar su versión, aclarar lo ocurrido y dar las gracias al personal sanitario y a quienes, antes de mandar un WhatsApp advirtiendo del contagio, se preocuparon por su salud y la de su familia.

Diana nació en Cali, Colombia, hace 54 años, aunque lleva 13 años y medio viviendo en Fuerteventura. En la Isla ha encontrado estabilidad laboral, fruto de su empeño emprendedor y muchas horas de trabajo. Su ilusión más reciente ha sido abrir un bar de copas en la zona de Buenavista. La ilusión empezó a tomar forma a principios de marzo, cuando firmó el contrato de alquiler y recibió las llaves del local.

Su ilusión empezó a convertirse en una pesadilla cuando el Gobierno anunció el 14 de marzo el estado de alarma, tres días después de que ella abriera el negocio. El bar permaneció cerrado hasta el 7 de junio. Después de casi tres meses cerrado, la economía de Diana necesitaba un respiro y la única fórmula era trabajar a destajo en el local.

Poco a poco, el bar fue ganando clientela y dando alegrías a Diana. Sin embargo, la ilusión inicial acabó en pesadilla, el domingo 16 de agosto. Ese día, cuenta la mujer, llegó un grupo de clientes de origen colombiano, que habían estado en Francia. Uno de ellos aseguró tener la gripe y todos le creyeron.

Tres días después, el miércoles, “me llamó mi camarera para decirme que su yerno, que había estado en el bar, había dado positivo en COVID. Sin que nadie me dijera nada, decidí cerrar y esperar los resultados de la PCR de mi empleada. Lo hice por nuestra seguridad y por la de la clientela”, confiesa.

Poco después, llegó el positivo en COVID de su empleada. Al principio, Diana no pensaba que el virus fuera a llegar hasta ella. La falta de síntomas reafirmaba su pensamiento, hasta que el lunes siguiente empezó con tos. “El martes fui al centro de salud, pero me dijeron que no tenía síntomas para hacerme la PCR y me mandaron para casa”, explica.

Sin embargo, la tos fue a más. Luego llegó la fiebre, que superó los 39 grados, en el termómetro y la sensación de ahogamiento y falta de respiración. Recuerda la ambulancia en su casa, su entrada al hospital, su positivo en COVID y una bombona de oxígeno de la que no pudo separarse durante 12 días. Poco después, llegó el positivo de su pareja.

Cuenta que su mayor temor, en ese momento, era que “me diera una trombo pulmonar. Mi madre murió de ello hace unos años y 23 días después de su muerte yo también la sufrí. Me hicieron pruebas y soy trombofílica. He estado años tomando Sintrom”.

Los WhatsApp

También fue duro el aislamiento en el hospital, separada de su familia y con el miedo a que su hija, su yerno o su nieto se contagiaran. Aunque lo más duro a lo que tendría que enfrentarse llegaría a su teléfono móvil a través de WhatsApp.

En un texto, que corrió como la pólvora por toda la Isla, se alertaba de un brote en el bar La Farra, daban su dirección y pedían que, “de forma urgente”, se pusieran en contacto con el “Servicio de Salud, indicando que han tenido contacto estrecho con personas COVID en Puerto del Rosario”.

"Esos 15 días te marcan la vida. Tuve mucho miedo por si todo se complicaba por mi patología"

Tras el WhatsApp no tardaron en llegar titulares en algunos medios de comunicación y comentarios en redes que la acusaban de irresponsable y de haber puesto en peligro a mucha gente.

El foco y las habladurías estaban puestos en Diana y también en la comunidad colombiana residente en la capital. Incluso, se llegó a alertar de que no se acudiera a comprar a comercios cercanos al local de copas. Diana no podía creer lo que leía en Facebook y en algunos titulares de prensa. “Me machacaron mucho”, asegura. “Fue muy duro que me acusaran de haber ocasionado el brote, como si yo fuera la que infecté a la gente y no una contagiada más”, reconoce.

La mujer cree que el paciente cero del brote, que dejó decenas de contagios, fue el cliente que estuvo aquel domingo en el bar procedente de Francia y, aclara, “no se fueron contagiando clientes por venir al bar, sino que los infectados fueron luego contagiando a familiares y se fue extendiendo todo”.

Desde su cama del hospital veía a diario cómo el número de contagios de conocidos iba en aumento y las críticas a su persona y a su negocio no echaban freno. “La doctora y los enfermeros me veían tan mal que se ponían los EPI (Equipos de Protección Individual) y entraban a la habitación e intentaban animarme. Me decían que me olvidara de todo”, recuerda.

Estuvo dos semanas ingresada. “Esos 15 días te marcan la vida. Tuve mucho miedo por si todo se complicaba por mi patología”, confiesa. Sin embargo, señala que lo más duro fue “escuchar que me habían precintado el bar, cuando fui yo la que decidí cerrarlo, y me acusaran de haber sido el foco de contagio.

Lo único que me confortaba eran las videollamadas con la familia y amistades y la atención de los doctores y enfermeros que se comportaron como unos ángeles conmigo”. Días después de recibir el alta médica, recibió otra mala noticia: la muerte de su padre, de 74 años, con coronavirus en Colombia.

Secuelas y traumas

La enfermedad le ha dejado algunas secuelas. Sufre una artritis por culpa del virus que le ocasiona dolores en las articulaciones, sobre todo en las rodillas. También ha tenido que hacer frente a traumas, el mayor ha sido la criminalización que asegura haber sufrido. “Te discriminan tanto que he visto cómo gente que me conoce cuando me ve caminando se cambian de acera por miedo a toparse conmigo o se suben la mascarilla”, lamenta.

“Tras fumigar, creo que ahora es el bar que mejor cumple con los requisitos”

Tras salir del hospital, estuvo unos días con el local cerrado. “Desde que pude, mandé a desinfectar y fumigarlo. Creo que ahora es el bar que mejor cumple con los requisitos”, asegura. Al principio, encontró obstáculos para abrirlo hasta que el Ayuntamiento le dio el visto bueno y pudo abrir. Sin embargo, una inspección le ha obligado a cerrar y hacer unas pequeñas obras. En unos días espera tener las puertas de nuevo abiertas. “Necesito abrir porque mi familia y la de mi empleada dependen del negocio”, cuenta.

Diana califica de “injusto” que las medidas sean “solo para mí por el hecho de que haya habido un foco en el local. Si vas a otros bares o supermercados, ves que no se guardan las distancias”.

También asegura que tuvo “miedo a que la gente hiciera el feo al bar. En su momento se lo hicieron, pero, por suerte, hay personas muy buenas, entre ellos los dueños del local, que me han ayudado a seguir adelante. La mayoría de mis clientes me han estado ayudando”, dice con lágrimas en los ojos.

Al futuro le pide que la gente tome consciencia y empiecen a creerse en serio las consecuencias del virus. A su clientela le exige más responsabilidad, confianza y que no se olvide de la mascarilla y a quienes están en la calle, que no sigan discriminando a las personas con COVID. “Esta vez fui yo, pero mañana puede ser otra persona”, advierte.

Antes de dar por finalizada la entrevista, Diana insiste en que “no puede tirar la toalla. Nadie se imagina por lo que estoy pasando económicamente, pero tengo que seguir adelante. El bar es lo único que tengo en la mano para continuar”, indica.

Añadir nuevo comentario