DESTACAMOS

“Te subes en la patera porque sabes que en Marruecos no hay ningún futuro”

El programa Imago integra a jóvenes que han pasado por centros de menores y les apoya en su salto a la mayoría de edad y para buscar un futuro mejor en su país de acogida

Foto: Adriel Perdomo.
M. Riveiro 1 COMENTARIOS 14/12/2019 - 09:12

En una de las paredes del salón, al lado de una diana con la que entretenerse en los momentos de ocio, cuelga un cartel con un ilustrativo encabezado: “Miedos”. ¿A qué? “A no conseguir papeles para poder tener trabajo, comida y un lugar donde dormir”. Y también “a volver a Marruecos” y que le pase algo a la familia.

Un piso en Arrecife es el epicentro del proyecto Imago, que da apoyo a jóvenes que han pasado por centros de menores y que se enfrentan a la mayoría de edad en solitario, sin recursos económicos ni una red familiar en la que respaldarse.

El programa nació en 2014 y del mismo se han beneficiado unos 25 chicos en la Isla. Ismael y Mustafá llegaron a Lanzarote en 2014. Tenían 16 años cuando dejaron Sidi Ifni, a unos 314 kilómetros de distancia de la Isla en línea recta. Ya se conocían cuando se subieron juntos a la patera. “La decisión la tomamos nosotros”, dice Ismael.

“No hay ninguna familia que te vaya a montar en una patera porque nadie sabe si vas a llegar y siempre está ahí la muerte”, como una posibilidad, certifica Mustafá. Recuerdan que pisaron tierra en un punto entre La Santa y Famara.

En esa costa del noroeste de la Isla acaban de perder la vida nueve jóvenes. La frágil embarcación en la que navegaban naufragó en medio de la noche y un fuerte oleaje cercenó sus sueños. “Sienta mal ver las imágenes”, apunta Ismael.

Para su amigo, “la responsabilidad la tiene Marruecos”. “Si esos chicos tienen perspectivas de mejorar allí, no iban a venir, como tampoco lo hubiéramos hecho nosotros”, añade. “En Marruecos no hay derechos, para todo hay que pagar, hasta para ver a un médico, la Policía te trata mal y solo puedes vivir si tienes dinero”, sostiene. “Te subes en la patera porque sabes que en Marruecos no hay ningún futuro”, sentencia.

[Noticia relacionada: La tragedia de la patera de Caleta Caballo: un viaje inédito]

Al igual que ellos, decenas de jóvenes migrantes menores de edad han llegado a Lanzarote en los últimos años. Su primera parada es un centro tutelado, donde aprenden el idioma y, en cuestión de meses, dan el salto al instituto.

El problema está en el paso a la mayoría de edad. “Si no tienes trabajo ni a dónde ir, te puedes quedar en la calle”, señala Ismael. Es ahí donde entra en juego el programa Imago, al que pueden optar quienes muestren buen comportamiento e inquietudes en el centro de menores.

En la actualidad, hay tres jóvenes en el piso, donde tienen que seguir unas pautas de comportamiento: levantarse temprano, limpiar, hacer la compra, cocinar y trabajar en las habilidades sociales que les permitan valerse por sí mismos y lograr un empleo. Otra regla: tienen que aprender a gestionar el dinero. Cada joven dispone de 25 euros a la semana, una cantidad que se reduce si no cumplen con las reglas de funcionamiento.

Quienes acceden al piso son, en cierta medida, privilegiados: “Tenemos que decir no a chicos que dan el perfil, por falta de recursos y de plazas”, señalan desde la asociación TribArte, responsable del programa.

“Tenemos que decir no a chicos que dan el perfil, por falta de recursos y de plazas”, señalan desde la asociación TribArte

Mohamed, Abdelahk y otro joven también llamado Ismael tienen entre 18 y 19 años y llegaron en distintas pateras el año pasado a Lanzarote. Todavía no dominan por completo el idioma, pero comparten sensaciones y objetivos. Lo que más echan de menos es a “la familia”. Les gustaría ser cocineros, como Ismael y Mustafá, y uno de ellos, que viste una impoluta túnica blanca, precisa que preferiría, si tiene oportunidad, dedicarse a la costura.

Ahora se preparan para buscar trabajo, pero no es sencillo. Ana tiene 24 años, es española y también ha pasado por un centro de menores. No ha residido en el piso de Imago, pero colabora con la asociación TribArte, y a la vez recibe ayuda. Destaca que si ya para una persona “con papeles” es difícil encontrar un empleo, más difícil resulta para jóvenes extranjeros a los que, en muchos casos, les cuesta regularizar su situación.

Silverio Campos es uno de los responsables del proyecto Imago y, en la práctica, el hermano mayor de los chicos. Señala que la situación “se va poniendo cada vez más dura”, por la cantidad de requisitos que tienen que cumplir los jóvenes que llegan como menores extranjeros no acompañados.

Al ingresar en el centro, se les concede un permiso de residencia temporal que caduca en un año. Para tratar de renovarlo es preciso contar con pasaporte, pero hay dificultades para que el consulado lo remita. Y sin permiso de residencia, apostilla Silverio, “estás en una situación muy complicada”. Para conseguirlo tendrían que demostrar que llevan tres años residiendo en el país.

Lograr un permiso de trabajo tampoco es sencillo: se necesita un contrato de un año y “un empresario que esté dispuesto a ofrecértelo, a entregar un montón de papeles y a esperarte dos o tres meses mientras se tramita”, apostilla Mustafá.

Después de invertir en el cuidado y la formación de los menores no acompañados, al cumplir la mayoría de edad el sistema prácticamente se desentiende de ellos. Muchos se ven obligados a trabajar de manera irregular.

Conseguir una vivienda, en estos momentos, es otra odisea. “Hay un porcentaje muy amplio de personas, desconocemos el número, que viven en viviendas ocupadas, no solo inmigrantes, sino también nacionales, algunos en situaciones pésimas, sin agua ni luz”, advierte Silverio.

Con muchas dificultades, Ismael y Mustafá han conseguido un piso, que comparten, después de dos años de búsqueda y de vivir con conocidos. “No somos pareja pero sí buenos amigos”, recalcan. El alquiler es asumible para como está el mercado, 500 euros al mes y agua y luz aparte. La vivienda es nueva, pero es propiedad de un fondo buitre y tuvieron que aportar unos 4.000 euros para diversos gastos. No tenía ni contadores.

¿Valió la pena subirse en una patera y arriesgar tanto? “Sin duda”, dice convencido Mustafá. “Empiezas de cero y eso no es fácil. Llegas sin nada, sin saber ni decir ‘hola’, pero lo que consigues reconforta”. “Se trata de ir mejorando poco a poco”, concluye Ismael.

Comentarios

Como no tienen futuro, vienen a fastidiarnos el nuestro.

Añadir nuevo comentario