ENTREVISTA

“Volvería a crear sinergias entre los turistas y los residentes”

Acerina Cruz, poeta y licenciada en Historia del Arte

Gregorio Cabrera 0 COMENTARIOS 22/11/2021 - 09:47

Se sabe si una ciudad es turística no por el número de camas que tiene, ni por las mesas ni los transfers... es por número de fantasmas que se desvisten en las lavanderías”. La poesía de Acerina Cruz, nacida en el emporio turístico de Maspalomas, se mueve entre las luces y sombras de la industria del turismo. La memoria de su infancia está impregnada de un aroma en el que se confunden el cloro y el salitre, el propio de un entorno urbano cuyos habitantes cambiaban cada día. En ese peculiar patio de la infancia machadiano, en su caso las estancias interiores y exteriores de hoteles y complejos de apartamentos, creció un árbol de creatividad y reflexión que sigue ramificándose.

-Su padre trabajó y dirigió explotaciones turísticas en las que vivía la familia al completo. En el libro ‘Si la arena resiste’, usted escribió: “Vivíamos en un hotel y nos daban igual los vecinos, mañana no vivirían ahí, tras las paredes no serían los mismos”. ¿Qué sensaciones conserva de aquella experiencia y en qué aspectos cree que la ha ‘marcado’ nacer y crecer en un lugar como Maspalomas, icono de la industria turística?

-Pasé mi infancia sumergida en el agua de las piscinas. Tenía amigos por temporadas, que volvían como la fruta. Un enero era normalmente muy similar al enero siguiente, en el que me reencontraba con las mismas personas. Iban y venían mientras yo siempre permanecía en el apartamento. Las malas épocas del turismo o los momentos en los que no había niños conmigo podían ser devastadores. Solía ir al bar piscina a comer helados, jugaba en los grandes jardines, subía hasta los miradores y veía la noria dando vueltas. Recuerdo muchas luces nocturnas. También adoraba las máquinas expendedoras de refrescos o de chocolate caliente, así como jugar al billar y al futbolín. También iba al colegio, como todos, y tuve un profesor que nos pegaba bofetones si nos perdíamos en la lectura. Fue una infancia real, a veces dolorosa. No entendía que los canarios como yo vinieran de vacaciones al sur, estando en la misma isla, porque yo no sentía que mi vida fuera diferente. Conocí a gente de muchos lugares de Europa y era bonita la convivencia de aquellos años. Turistas y residentes establecíamos lazos. Eso se acabó, la sociedad se ha ido segregando en el sur.

-¿Qué papel juegan el arte, la literatura y en concreto la poesía a la hora de abordar realidades como el turismo?

-Generan pensamiento y eso es fundamental para el progreso social. Hay que defender las humanidades como un valor humano de vida o muerte. El arte y la literatura son de extrema necesidad ante la perversidad del mercado o la banalización de las injusticias. El arte muestra imágenes fuera del espacio codificado de la publicidad y tiene capacidad transformadora. La poesía también es subversiva. Creo que es importante abordar el turismo desde un punto de vista crítico, que cuestione identidades y que genere nuevos modelos de convivencia. Es conveniente crear y escribir desde las ciudades turísticas, desde nuestro hogar, donde nos reencontremos con espacios cargados de recuerdos y señalados en la obra de los otros. Las sociedades están marcadas por relatos sobre su fundación y sobre las ciudades turísticas vacacionales se ha construido una narración ahistórica.

-“Su castillo de arena aún está en la orilla, solo hay que volverlo a levantar”, ha escrito también. ¿Qué queda en pie de aquellas viejas fortificaciones?

-Sigo operando desde la sensibilidad. Creo que en la sociedad en la que vivimos hace falta ser sensible y resistir así. No hay nada más duro que la arena teniendo en cuenta que se encuentra en el límite de su erosión. Es prácticamente indestructible. El castillo de arena siempre está ahí, su esencia y su contenido, solo hay que darle forma. Eso es la poesía.

-¿Cohabitan de algún modo en su vida, en su obra la nostalgia y cierta rabia por lo que ha sucedido con los espacios turísticos, especialmente los costeros, en Canarias?

-Sí, es una constante. Soy muy crítica con la industria del turismo y al mismo tiempo le debo el bienestar de mi familia, como la de muchos otros, que pasaron de la explotación en la zafra a la sutil desigualdad de los servicios. Ese paso, aunque insuficiente, tuvo resultados muy favorables. Hubo prosperidad, sobre todo auspiciada por la democracia y por la apertura cultural con otros lugares del mundo. El turismo ha configurado el espacio donde nací y donde vivo, reconozco en mí ese sentimiento de pertenencia. Reconozco también los olores de las flores y del mar, el ruido de las avionetas de los paracaidistas y de los grillos, la temperatura de las noches de diciembre... Es un bálsamo, un hogar. Al mismo tiempo veo que la especulación ha sido imparable y que se ha seguido ocupando territorio. Hay un modus operandi que contempla el espacio como un lugar de uso y disfrute, sin compromisos de ningún tipo. Desde un punto de vista ecologista, es alarmante y no se realizan proyectos pensando en las futuras generaciones ni en la conservación de los espacios naturales. La ciudad turística de masas también tiene una obsolescencia programada, se explotará hasta que se quede sin recursos, sin dunas que mostrar en las postales. Hacen falta nuevos modelos en los que, para mí, el ecofeminismo podría aportar muchas claves.

“En la ciudad turística siempre hay algo de surrealismo y distopía”

-Me viene a la memoria un fotomontaje de Juan Ismael en el que se ve a un ser gigantesco, como llegado del espacio, con una picareta, machacando la arena de Maspalomas. ¿Qué le sugiere esa imagen?

-Esa imagen la usamos para una plaquette de Leyendo el turismo hace años. Es un fotomontaje fantástico. Juan Ismael es un gran referente artístico y literario. En la ciudad turística siempre hay algo de surrealismo y de distopía. Aquí los turistas se comportan de forma diferente porque no van a ser recordados. Ahora, además, hay un turismo tecnológico, donde los dispositivos móviles forman parte de la experiencia. También ocurrió con la pandemia. Llegué a ver la Avenida de Tirajana completamente vacía, como un desierto. Esa imagen de Juan Ismael es una crítica al turismo de masas desde su propia ficción, desde uno de sus imaginarios. Yo suelo pasear bastante por el litoral. Hace unas semanas pasé por la Playa de las Burras al atardecer. Solo quedaban miles de huellas en la arena. La marea estaba muy baja. Desde la avenida parecían insectos, me daba la sensación de que seguían en movimiento. Al fijar la mirada me di cuenta de que, evidentemente, no se movían. Recordé ese fotomontaje de Juan Ismael y pensé en que esa personal llegada del espacio tal vez hubiera acabado ya su jornada laboral, tras desalojar la playa con la caída del sol.

-Me llamaron la atención los versos en los que señala que al turista “le ofrecemos un número fijo de estrellas” ¿Cómo podríamos propiciarles otra experiencia, de modo que fuera más enriquecedor para ellos y ellas y quienes vivimos aquí?

-Creo que el turismo de masas no es bueno. Es barato y es dañino para el medio ambiente. La riqueza que se genera no está bien repartida, y mucha sale fuera de Canarias. Optaría por un turismo alternativo, respetuoso con la naturaleza y con la igualdad entre sexos, sin objetualizar el paisaje ni los cuerpos. Volvería a crear sinergias entre turistas y residentes, en una plena convivencia, abriendo más las puertas de los hoteles, que actualmente parecen ciudades amuralladas.

-Usted es licenciada en Historia del Arte. ¿Dónde encuentra mayor belleza en el fenómeno turístico y dónde mayor necesidad de una redefinición estética?

-Es difícil saber dónde se encuentra una belleza mayor que otra. Tal vez esté en lo que pasa desapercibido, o en lo que no se muestra, pero otorga una forma visible, en el interior de un bolso de playa o en el fondo del mar. O como diría Duchamp, tal vez está simplemente donde se detiene la mirada, allí donde es revelado e interpretado como arte. No lo sé. Solo me atrevo a decir que en cualquier fenómeno puede haber cierta belleza, dependiendo de cómo entendamos este concepto tan complejo. Respecto al turismo, más que una redefinición, yo propondría un compromiso estético. Podemos emplear los paradigmas estéticos actuales del arte, pero mediante un compromiso con el espacio turístico. No siempre desde fuera, sino desde la experiencia y la habitabilidad, desde la investigación y el conocimiento. Sin prejuicios ni ideas rancias panfletarias.

-¿Cómo surgió y qué conclusiones principales ha extraído la experiencia ‘Leyendo el turismo, tres poetas’ y qué proyectos tienen a la vista?

-Samir Delgado y David Guijosa me llamaron desde Tenerife una noche. Fue hace más de diez años. Dije que sí al proyecto, no me lo pensé mucho. Había coincidencias biográficas y temáticas en los tres. Habíamos tenido la necesidad de reflexionar sobre el turismo porque nacimos en ciudades turísticas, allí vivimos y nos hicimos adultos. Había que investigar, hacer dosieres de literatura y arte, entrar en contacto con otros escritores de otras ciudades turísticas, en definitiva, entender el turismo para entendernos a nosotros mismos. He extraído aprendizaje, líneas de trabajo y constancia personal. También hemos tenido momentos malos, desagravios y diversidad de opiniones. Aún estoy pensando si seguir adelante con el proyecto en el futuro o caminar yo sola, sin que eso signifique dejar de pensar el turismo o de colaborar puntualmente con mis compañeros. En breve saldrá un libro que recopile las reseñas y los textos teóricos escritos por varios autores a lo largo de los diez años de proyecto. La fundamentación teórica de este proyecto se pretende que sea rigurosa y todas las críticas serán bienvenidas por mi parte.

-Hábleme, por favor, de su último libro, ‘El pez limpiafondos’.

-Es un libro de amor que pone en valor la intimidad, la resistencia y otra serie de cuestiones que se han ido diluyendo en la liquidez de esta sociedad. También es una obra que habla de libertad, de feminismo y del derecho de amar. Está escrito en contra de la homofobia y de todas las clases de odio. En él reivindico la calma, la madurez y la cotidianeidad. En este libro hay una parte visual realizada por la artista Alicia Pardilla, por lo que también se trata de un proyecto interdisciplinar.

“Hay que ver el turismo desde la crítica, cuestionando identidades”

-¿Cuál es el eje principal de su obra literaria? ¿O hay más de uno?

-El turismo y la naturaleza. Tengo una idea del poema muy geográfica, enmarcada en contextos sociales y con mucha presencia física del espacio. También opto por una poesía muy visual, donde pongo mucho el foco en imágenes cotidianas. Trabajo mucho con la experiencia e intento practicar la honestidad. Cuando me salgo de estos ejes es por necesidad de abordar otras temáticas que requieren, en un momento determinado, otros puntos de vista. Soy bastante curiosa y me gusta cambiar alguna vez.

-Usted es docente. ¿Qué podemos hacer para que la cultura ocupe un lugar más relevante?

-He visto chicos que se enorgullecen de no haber leído un libro en su vida. Están enganchados al móvil y al contenido que disfrutan con inmediatez  desde las plataformas digitales y las redes sociales. La baja calidad de lo que ven tampoco ayuda mucho. A veces me parecen personas seriamente manipulables y eso me da bastante miedo. No son conscientes de que necesitan aprender y de que así desprecian sus derechos, teniendo en cuenta todas las desigualdades sociales que se han generado históricamente debido a la falta de cultura. Las ventajas que nos aportan las humanidades como sociedad son infinitas...

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