EL PERISCOPIO

Abril, mes decisivo de la pandemia

El mes de abril nos pilla en la encrucijada de una cuarta ola que amenaza con cronificarse, porque los contagios no bajan en las Islas

Pasajeros en el aeropuerto César Manrique-Lanzarote. Foto: Adriel Perdomo.
Juan Manuel Bethencourt 0 COMENTARIOS 12/04/2021 - 07:13

Entre las escasas certezas sobre el porvenir de la sociedad canaria tras un año de pandemia, una realidad asoma de modo inexorable: estamos en un mes decisivo para el desempeño económico y sanitario del año. Abril nos pilla en la encrucijada de una cuarta ola que amenaza con cronificarse, porque los contagios no bajan en las Islas, que ya no se exhiben como el parangón de la gestión exitosa contra la pandemia de COVID-19, quizá porque de tanto decir lo buenos que somos nos hemos olvidado (en parte) de serlo. Y todo ello viene combinado con un agotamiento colectivo evidente, que se manifiesta en un reguero de titulares sobre eventos festivos carentes de control y sentido cívico, con Fuerteventura (sobre todo) y Lanzarote en el epicentro de esa amenaza fantasma que evidencia a su vez otra certeza: la potencia disuasoria de la Administración es otra de las víctimas del coronavirus, como lo es el sentido de misión colectiva que acompañó a los primeros meses de esta guerra silenciosa. Ahora estamos sumidos en algo parecido a un simulacro de estado de alarma, una situación en la que han sucumbido gobiernos de todo signo ideológico.

Observemos algunas referencias clave: el Gobierno del Reino Unido mantiene la fecha del 17 de mayo para la reapertura de las conexiones turísticas con el extranjero, el umbral sobre la cual trabajará Canarias de cara a una campaña en la que será comparada no ya por su calidad como destino estival, sino por sus datos sanitarios en ese pistoletazo de salida que decide reservas y contrataciones. La nueva normalidad viene acompañada por semáforos que afectan a la reputación de destinos enteros, y no es cuestión de perder el paso en este aspecto, porque resultaría fatal ignorar la situación de riesgo en la que nos encontramos. Como ha advertido la catedrática gallego-canaria Beatriz González, el coste económico de la incertidumbre sanitaria tiene condición estructural, lo que deja en evidencia las urgencias cortoplacistas que en ocasiones ocupan las portadas y las manifestaciones políticas. Al final, lo mejor para la supervivencia del sector de la restauración es un panorama de contagios bajos, no dar la espalda a la realidad o hacer trampas al solitario. Si algo deberíamos haber aprendido ya es que esta sucesión de cierres y aperturas no es una alternativa aceptable para nadie, emprendedores incluidos.

Por tanto, una recuperación consistente de la economía regional tampoco admite atajos: Canarias tiene que bajar sus datos de contagio, al amparo de la disciplina colectiva, la responsabilidad individual y las estrategias de los poderes públicos. Y si además se cumplen los cántaros de la lechera relacionados con el proceso de vacunación, por supuesto que mucho mejor. Lo que ya ha quedado demostrado es que la idea pueril de “convivir con el virus” nos ha conducido a la ruina económica, la tragedia en coste de vidas y también a cierta forma de bancarrota moral, la que nos ha llevado a convertir el terraceo en la nueva versión de la libertad conquistada. Uno ha llegado a pensar en la distopía de un nuevo autoritarismo que nos permitiera, no obstante, tomarnos unos vermús.

Uno ha llegado a pensar en la distopía de un nuevo autoritarismo que nos permitiera, no obstante, tomarnos unos vermús

Según un estudio elaborado por la economista citada más arriba, catedrática de Economía de la Salud de la Universidad de Las Palmas, el coste macroeconómico de la pandemia de COVID para España en 2020 “podría suponer hasta 200.000 millones de dólares en pérdidas de PIB comparando las cifras reales con el mundo contrafactual sin pandemia en el que habríamos crecido un 1,6 por ciento del PIB”. “Los costes sanitarios y no sanitarios directos de la COVID (prevención, tratamiento de la enfermedad y sus secuelas a largo plazo, etcétera)”, añade el trabajo de Beatriz González, “representan apenas una pequeña parte del total. Nuestro estudio de coste-efectividad concluye que las estrategias de prevención basadas en test, rastreo y aislamiento son dominantes. Por cada euro que se gasta, se recuperan siete euros”. Esto es importante ponerlo en valor ante el discurso creciente de que es preciso relajar las medidas de restricción lo antes posible, una conducta comprensible tras un año de sacrificios, pero al mismo tiempo radicalmente contradictoria. En Canarias ya nos hemos acostumbrado a malgastar en un par de semanas de excesos el esfuerzo de los meses anteriores, y todo por no entender algo esencial, y es que la lucha contra una enfermedad infecciosa carece de atajos.

En el próximo verano España se juega, literalmente, dos puntos de su Producto Interior Bruto anual, según un trabajo reciente del Banco de España. Para Canarias, por su dependencia del sector terciario en general y el turismo alojativo internacional en particular, debería ser algo más, incluso el doble atendiendo al daño experimentado en el cierre del ejercicio de 2020, que en las Islas alcanzó el 12,5 por ciento de caída de PIB, y eso gracias a la ventana veraniega tras el desconfinamiento, pues de otro modo habría sido peor. Porque no tiene nada que ver una ocupación hotelera del 50 por ciento en el ya cercano verano con una caída a los registros anecdóticos de las semanas precedentes. Y las notas del verano se empiezan a ganar ahora, en este abril que será cualquier cosa menos un tránsito irrelevante hacia el futuro pospandémico. Nos estamos jugando mucho futuro en estas semanas, pensémoslo antes de ceder ante la frivolidad.

Añadir nuevo comentario