ENTREVISTA

Herminia Fajardo: “Las feministas no hemos disparado un tiro en 300 años”

La periodista lanzaroteña es una histórica del feminismo en Canarias

Herminia en su domicilio de Gran Canaria. Fotos: Yaiza Socorro.
Lourdes Bermejo 0 COMENTARIOS 07/03/2021 - 08:28

Herminia Fajardo Feo es una histórica del feminismo en Canarias. Su experiencia como activista y profesional del periodismo la sitúan en una inmejorable posición desde donde reflexionar sobre el movimiento de la lucha por la igualdad de las mujeres. Recientemente homenajeada en el ciclo cultural ‘Más que musas. La mujer en la cultura en Canarias’, Herminia recuerda algunos de los hitos del movimiento que ha vivido en primera persona.

-Siempre cuenta que su madre se hizo feminista después de recibir un baño de realidad.

-Digamos que le empezó a gustar el término feminismo. Nací en una familia en la que mis hermanos y hermanas éramos tratados de igual manera y donde el objetivo de mi madre, sobre todo para nosotras, era que fuéramos independientes. Sin embargo, cuando empecé a participar en un incipiente movimiento de mujeres, mi madre como que no lo entendía: “¿feministas? ¿Qué es eso?”, decía. No le parecía muy bonito. Y en estas estuvimos, fíjese lo que digo, hasta el año 74, poco antes de que muriera el dictador, el año en que falleció mi padre y ella tuvo que arreglar los papeles de mis cuatro hermanos menores de edad. Pues bien, le preguntaron quién iba a ser el tutor. “Soy yo”. “Usted no puede. Tiene que ser un hombre”. Debió de indignarse tanto que se asomó a la puerta de aquellas dependencias, anunciando que le preguntaría al primero que pasara si quería ser el tutor de sus hijos, con tan buena suerte que pasó un primo suyo, Antonio López, al que todos queríamos mucho, y se convirtió en el tutor de mis hermanos. He de decir que no se le dio lata ninguna porque mi madre era luchadora y autónoma y nos defendió perfectamente a todos. A partir de ese momento, mi madre empezó a decirme “razón tenías, hija”. Esa es la historia de mi madre, pero cuánto les costó a otras tantas mujeres entender la razón del feminismo.

-Con casi 19 años, se fue a estudiar periodismo a Madrid. ¿Cómo fue aquella experiencia?

-Para la gente de mi generación puede decirse que solo existía Lanzarote y Gran Canaria. A los nueve años visité La Palma y descubrí los ríos (en realidad, la cascada de Los Tilos). Quiero decir que yo quería salir, ir a Madrid, donde había estudiado mi padre y la ciudad de la que tanto hablaba. Entre que siempre fui curiosa, me gustaba escribir y quería volar, busqué una carrera que no se impartiera en La Laguna y aterricé en el curso 1964-65 en la Escuela oficial de Periodismo de Madrid, aunque al año siguiente volví porque ya instauraron los estudios en La Laguna. Estamos hablando de un Madrid oscuro que apenas había superado el aire de posguerra, donde la gente iba con tristes abrigos grises y verdosos y en el que el régimen se hacía muy presente, incluso en la escuela, que era un refugio de franquistas, falangistas y algún que otro progresista enmascarado, como luego supe. De ese año, sin embargo, recuerdo el tren, que cogía para conocer los alrededores y que, a día de hoy, me sigue pareciendo algo maravilloso. También es cierto que tuve ocasión de experimentar una gran ciudad, conocer gente estupenda, como Alfonso García Ramos, un personaje maravilloso, con un gran sentido del humor y con el que, después, hice prácticas en el periódico La Tarde de Tenerife.

-¿Notó discriminación en la Escuela de Periodismo en un ambiente tan afín al régimen como el que menciona?

-No. En realidad, había bastantes mujeres. He tenido suerte porque, sinceramente, nunca me he sentido discriminada. Ni en aquel momento en Madrid, ni en La Laguna, ni siquiera en los periódicos en los que trabajé a lo largo de mi vida. Pero esto no significa que no mirara a mi alrededor y viera la realidad y me rebelara, junto a otras, para intentar cambiar el sistema. Para ser justos, hay que reconocer el papel del Partido Comunista Español en la lucha por las consecuciones políticas y sociales en estos años críticos en torno a la transición. Por mi adscripción ideológica, yo estaba cerca del PCE. Uno de los propósitos de aquellos años era potenciar desde las asociaciones de vecinos la toma de conciencia de derechos. Hicimos un trabajo importantísimo en los barrios, que estaban abandonados de la mano oficial. Se organizaron grupos para montar guarderías, aulas de cultura, se hacía debates, hasta brigadas de limpieza. Muchos recordarán el trabajo ímprobo de aquella gente de mi generación, aunque también había otras personas que no se movían y otras que brotaron de pronto en la transición.

“Las mujeres nos fuimos de los partidos porque no entendían el feminismo”

-Con esta experiencia de contestación política en un época tan complicada ¿Cómo ve ahora el papel de la izquierda, de los herederos de ese PCE que han llegado al gobierno?

-No se puede extrapolar el momento, pero lo que siempre nos pasa en la izquierda es que somos tan críticos que acabamos por perder la perspectiva. Evidentemente, hay que hacer autocrítica, pero centrémonos en el PSOE y Unidas Podemos, que son los partidos de la izquierda con suficiente representación parlamentaria. Personalmente, hay cosas que no me gustan, pero hay que ponerlo todo eso en un plato de la balanza y en el otro lo que hay enfrente. Sabemos que la izquierda es diversa y variada, que hay debate, pero no permitamos que eso deteriore las dos fuerzas del Gobierno. Que no se pisen ni boicoteen entre ellas porque el enemigo es poderoso.

-Volviendo a la época de la transición ¿Qué ocurrió con la relación entre las feministas canarias y los partidos en los que se adscribían?

-Durante la clandestinidad, las mujeres trabajábamos con los partidos y, una vez muerto el dictador, con la legalización de distintos movimientos, surgieron en el archipiélago tres corrientes de feminismo: la Asociación de Mujeres Canarias, donde yo me encuadraba, próxima al PCE y el PSOE; el Frente de Liberación de la Mujer Canaria, vinculado a la Unión del Pueblo Canario; y la Organización Democrática de Mujeres, más próxima al PUCC. Sin embargo, en un momento determinado, comprendimos que no teníamos nada que hacer en estos partidos, por muy de izquierdas que fueran, porque no tenían claro lo que era el feminismo ni el movimiento de liberación de las mujeres. Así que dimos un paso más y, después de mucho debatir, las tres organizaciones creamos la Coordinadora Feminista de Canarias, que trabajó unos años muy productivos, donde se consiguieron muchas cosas. Hay que tener en cuenta de dónde partíamos. Las mujeres no podían ni abrir una cuenta bancaria sin permiso del marido, no podían ni ser tutoras de sus hijos. Una vez logradas cosas tan elementales, empezamos otra batalla, la de los anticonceptivos. Hoy parece surrealista, pero estaban prohibidos y el farmacéutico que los dispensaba se la jugaba. Después vinieron las batallas del divorcio y el aborto (solo prohibido ya en los 80 en Europa en Irlanda, Italia y España). Puedo asegurar que nos dejamos la piel en aquellas luchas, con continuas acciones de cara a la sociedad y hacia las propias mujeres porque muchas no lo entendían. En el camino, las tres organizaciones discrepábamos sobre las acciones más convenientes y de nuevo volvimos a separarnos. Creo no equivocarme si digo que fuimos nosotras, en la Asociación de Mujeres Canarias, las que retomamos las reuniones a las que se fueron uniendo miembros de otras organizaciones, fundando finalmente el Colectivo de Mujeres Canarias. Y esa es la pequeña o gran historia de las organizaciones feministas del archipiélago. En la actualidad, es fantástico y emociona ver esta poderosa red de mujeres y colectivos, luchando junto al movimiento LGTBI. He de decir que, desde el principio, el movimiento feminista ha abrazado la lucha por los derechos homosexuales. Hemos ido codo con codo en nuestras reivindicaciones.

“Hay que trasladar lo fácil que es conculcar derechos con un simple decreto”

-¿Cree que en el ámbito periodístico la mujer ha sufrido desigualdades profesionales?

-No es que lo crea, es que he visto casos y me lo han contado. ¿Cuántas mujeres había hasta hace diez años directoras o redactoras jefe? Me emociona pensar dónde hemos llegado desde donde empezamos, pero no podemos bajar la guardia y a las generaciones más jóvenes hay que inculcarles lo frágiles que son los logros. Durante la primera República, en 1931 y sobre todo en el año 1932, la mujer española contaba con todos los derechos por los que hubo que volver a luchar en la transición porque bastó la llegada de la dictadura para que todo lo conseguido se borrara de un plumazo. Sin irnos tan lejos, en un gobierno de Rajoy, las mujeres tuvimos que movilizarnos para que el ministro de Justicia Gallardón no conculcara nuestros derechos volviendo a ilegalizar el aborto con la simple firma de un decreto. El movimiento feminista logró su dimisión, pero qué importante es permanecer atentas.

-¿Cuál es y ha sido el papel del hombre en esta lucha?

-Gracias a hombres conscientes hemos podido llegar hasta aquí porque los primeros parlamentos en Democracia, que fueron los que cambiaron las leyes, eran eminentemente masculinos. Con el paso de los años, los hombres han ido compartiendo y asumiendo valores adjudicados culturalmente a las mujeres. Hasta hace poco, el mundo de los sentimientos les ha sido ajeno, pero, cada vez más, comparten en pareja la crianza y el cuidado de mayores. ¿Sabrán lo que se han perdido no viendo crecer a sus hijos, no bañándolos, no cuidándolos cuando están enfermos? ¿O no compartiendo sus últimos años con las personas a las que tanto habrían de devolver, no teniendo esa gratificación? Se les ha negado un mundo. Con el feminismo, que no es ni más ni menos que el empeño en la consecución de la igualdad, gana la sociedad, ganan las mujeres y ganan los hombres. Hombres, por cierto, que tienen hijas, hermanas, madres y primas susceptibles de ser sometidas a maltrato.

“A los hombres se les ha negado un mundo con la división de roles en la sociedad”

-¿Qué parte de responsabilidad comparten las mujeres en la educación de sus hijos e hijas?

-En el aspecto de los roles, no hay que hablar de generalidades porque esta sociedad está dividida en compartimentos estancos. No desviemos la mirada de quienes no tienen acceso a vivienda digna, educación digna. No olvidemos el absentismo escolar, las familias desestructuradas, la violencia de género… Hay una necesidad imperiosa de contar con asistentes sociales que controlen cómo están viviendo los menores e inspectores que supervisen el absentismo. Eso en nuestra sociedad occidental, donde, al fin y al cabo, hemos logrado mucho, pero hay en el mundo millones y millones de mujeres que viven auténticos calvarios, sufriendo la ablación del clítoris, repudios... Algunas, en zonas muy próximas a nosotros, puede decirse que ahí enfrente, e incluso en nuestra sociedad, que acoge a muchas de estas personas que vienen buscando mejorar sus condiciones de vida. En este aspecto, y, aunque debemos tender a una sociedad respetuosa con todas las culturas, la premisa debe ser ‘donde fueres, haz lo que vieres’: asume unos valores que nada tienen que ver con la religión, sino con derechos humanos que ha costado sangre, sudor y lágrimas conseguir.

-¿Qué cree que diferencia el feminismo de otros movimientos de acción social?

-Que, en 300 años de lucha feminista, todos los derechos que se han conseguido han sido por la vía pacífica, lo que no ha sido recíproco. En 1793, guillotinaron a Olimpia de Gouges por contestar los derechos de los ciudadanos con los derechos de las ciudadanas. Esa fue la primera toma de conciencia de las mujeres acerca de su situación en la sociedad. Luego llegaron las sufragistas, a quienes purgaron, detuvieron, apalearon..., por no hablar de la situación en los países latinoamericanos... En el llamado Occidente, las mujeres nunca hemos disparado un tiro, hemos combatido el sistema de poderes con la razón y mire de lo que hemos sido capaces, sobre todo en el último siglo. En estos momentos, se habla de sororidad [concepto derivado de la palabra soeur francesa que significa hermana], pero de lo que hay que hablar es de solidaridad con todas las mujeres del mundo para que gocemos de los mismos derechos, de un internacionalismo feminismo, que va más allá de la sororidad. Me refiero a la necesidad de incluir la situación de las mujeres en el mundo en los debates políticos sobre aspectos internacionales. No admito la hipocresía de poner en primer plano del debate en España la situación de Venezuela o las detenciones en Rusia, de decretar boicots a determinados países por unos aspectos e ignorar paralelamente a otros donde se producen torturas o feminicidios, por el hecho de que son amigos. Jamás se menciona la situación de Emiratos Árabes, Arabia Saudí o el propio Marruecos, quizá porque producen petróleo. Casualmente, el rey emérito de España ha elegido estas latitudes. Pues bien, para poner énfasis en esta cuestión, el 8-M en Canarias lleva el lema Feminismos canarios sin fronteras.

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