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Los escombros acorralan a La Graciosa

La presión turística, la construcción, la falta de sanciones y la escasa gestión convierten las calles de La Graciosa en un escenario de desechos de obra. El campo de fútbol se ha convertido en un vertedero

Escombros en Caleta del Sebo. Fotos: Manolo de la Hoz.
Saúl García 0 COMENTARIOS 10/10/2019 - 04:59

“Ahora somos la Isla elegida”, dice con sorna Antonio mientras lija la madera que se va a convertir en la cabina de un barco restaurado. En lugar de la sombrera graciosera luce un sombrero tejano, de frente a la marea, de espaldas a la obra eterna del centro sociocultural que iba para nueve meses y lleva ya casi tres años. Hace dos semanas, lo menos, que los obreros no pasan por allí.

Sobre lo del reconocimiento de la octava Isla, que es la pregunta que provoca la respuesta inicial, añade: “No sé si es bueno o malo, no se nota mucho”. Un compañero, que no vive en Caleta del Sebo, dice sobre el hecho de la repercusión de la octava Isla: “La gente dice muchas cosas y no todas bonitas”. “Primero dicen las cosas buenas, pero luego dicen otras cosas”, puntualiza.

El Senado respaldó el proyecto La Graciosa, octava Isla en junio de 2018 y la declaró como isla habitada, un reconocimiento que se plasmó en la reforma del Estatuto de Canarias, un siglo después de que comenzara su poblamiento. Fue gracias a una moción del PP, que declaraba en esos días que era una iniciativa nacida “de la calle, del Consejo de ciudadanía de La Graciosa”, una iniciativa ciudadana que se estuvo gestando dos años y que acabó muriendo antes de nacer. El Consejo no se ha vuelto a reunir.

“¿La octava? ¿Y por qué no la primera o la segunda, es que las otras están numeradas?”, dice una graciosera en el muelle que prefiere que no se publique su nombre. La cuestión es que más allá de la declaración, de que van a bautizar el muelle con ese nombre y un barco y un avión, en La Graciosa y en Caleta del Sebo los problemas no se han esfumado y los retos no han desaparecido.

Entre las cosas pendientes está esa obra del centro sociocultural. Se otorgó la licencia en julio de 2016, salió a licitación en febrero de 2017, se adjudicó en julio para un periodo de ejecución de nueve meses y las obras aún no han finalizado. En la memoria de justificación de la obra, el alcalde de Teguise reconoce que queda por ejecutar un 42 por ciento de lo presupuestado, que fue finalmente casi medio millón de euros, y añade: “El resultado final de la obra ejecutada no superó las expectativas inicialmente planteadas”.


Centro sociocultural. 

El Ayuntamiento tiene previsto rescindir el contrato con la empresa constructora porque no ha cumplido con lo que se exigía en el pliego ni con los plazos. El propio Ayuntamiento llegó a decir que el primer retraso se debía a problemas de hospedaje para los trabajadores, porque en verano La Graciosa estaba a tope. Ese es otro de los problemas. El año pasado pasaron por el muelle más de medio millón de pasajeros, de ellos 437.700 en línea regular, que llegaron en alguna de las 19 conexiones diarias que salen del puerto de Órzola, a las que hay que sumar las excursiones por el Archipiélago chinijo que fondean, en su mayoría, en Playa Francesa.

Hace apenas quince años tan sólo había tres conexiones al día, pero el número de barcos no es lo único que se ha multiplicado. También lo han hecho los coches y hasta las bicicletas, que pueblan las calles de arena. En una de las fotos que ilustran este reportaje se puede ver una acumulación de al menos doscientas bicicletas en un día de agosto, en el aparcamiento de la Playa de Las Conchas.

Carlos, con gafas de sol, también en el muelle, dice: “Esto se nos va de las manos”, y se refiere a la cantidad de coches que hay en la Isla y “al egoísmo”, señala. “En un Parque Natural no debería haber tantos coches pero aquí la gente hace lo que quiere”. Para él, lo de la octava “no se ha notado nada”.

En Caleta del Sebo ya hay señales de tráfico, muchas de ellas de prohibido. Se ha restringido el paso de los coches a unas pocas calles, pero eso no soluciona el problema. Hay un señor haciendo ejercicio en el parque infantil. Viene de caminar, como cada mañana. Asegura que los vecinos de esas calles están hartos porque circulan demasiados vehículos. Él pasa en la Isla cada año 45 días, dice que en cuanto a servicios está bien, pero que no entiende tanta necesidad de coche. “Yo me doy casi la vuelta a la Isla caminando”, asegura.

La mujer que no entiende la numeración de la Isla dice que tampoco entiende por qué tienen que poner la parada de los taxis al lado del muelle en lugar de detrás del centro de salud, porque así los coches no tendrían que pasar por medio del pueblo para llevar a los turistas hasta las playas. 

Las calles de Caleta del Sebo están repletas de coches aparcados, unos tapados con lona y otros a la intemperie, algunos ya inservibles, pero lo que más hay en las calles no son coches. Son escombros. Hay restos de obras por todas partes: sacos, bloques, maquinaria, hierros en la calle o en solares abandonados.

En uno de esos solares, los escombros comparten sitio con la Galana, una embarcación que no saldrá más a navegar. De una de las casas de la calle que va a dar a ese solar sale un vecino con una olla y acaba vertiendo los restos en el solar, junto al barco. Son docenas de focos con escombros.

En el podium de acumulaciones, el tercer premio se lo lleva el muelle, donde se acumulan sin mucho orden restos de obras y palés cuyo destino debe ser Lanzarote. Pero llevan ahí mucho tiempo. El segundo puesto es para un solar junto a la oficina del Centro isla de la Graciosa. Está repleto. El primero, sin duda, es para el campo de fútbol.

Frente a esta zona cero de los escombros gracioseros tiene su casa Adrián, que llegó a La Graciosa en 1999. “Por favor, decid algo porque esto no puede ser”, señala. Y advierte: “Y eso que está mejor que antes”.

El campo de fútbol es un vertedero improvisado. Hay de todo, hasta restos de cemento fresco. Poco antes de llegar se ha marchado un camión que ha depositado más escombros y enfila hacia el interior de la Isla. Dice Adrián que limpiaron el campo y empezaron la liga de fútbol hace dos o tres años, pero que ha vuelto a quedar todo hecho un desastre. “Si esto está al lado de casa de otro, ya no estaría así”.

Dice que los otros vecinos también se quejan, pero o no están en casa o prefieren no hablar. Asegura que hay ratas y que hace meses un niño se clavó una tacha “y pusieron una cinta solo en esa parte”. Este vecino ha puesto muchas denuncias pero han servido de poco. Las empresas de albañilería cobran a su clientes por llevarse los escombros fuera de la Isla y hay quien dice que algunas, después de cobrar, los echan en el campo de fútbol.

La concejal responsable de La Graciosa, Alicia Páez, señala que esos escombros son de empresas privadas que tienen obligación de llevárselos y que una parte pertenecen precisamente a la obra del centro sociocultural.

Asegura que tiene que reunirse con el Cabildo porque hay una partida de dinero del Gobierno de Canarias para la limpieza de todos los solares del pueblo “y después nosotros tenemos que aplicar la ordenanza”.

Preguntada por el motivo por el que hasta ahora no se ha sancionado, señala que es difícil de detectar si se vierten los escombros de noche. Recientemente, a finales de septiembre, se llevó a cabo una limpieza por parte de voluntarios de Lanzarote Limpia y en solo unas horas llenaron cien sacos con basura de todo tipo. Las fotos de este reportaje se hicieron el día siguiente. 


Obras paralizadas del saneamiento.

En enero, el Gobierno de Canarias, aprovechando el tirón de la octava Isla, llevó a cabo un Consejo de Gobierno. No ha sido el único acto institucional. En marzo se hizo un pleno del Cabildo de Lanzarote y la Mesa del Parlamento de esta nueva legislatura comenzó su trabajo en La Graciosa. Los gestos aún no se han traducido en políticas.

En enero se anunció un plan de embellecimiento con 485.000 euros, en junio se anunció otro de recuperación ambiental con un millón, de los cuales 700.000 los iba a poner el Gobierno. Llueve sobre mojado. En octubre de 2015 el Ayuntamiento de Teguise emitió un bando por el que se ponía a disposición de los vecinos el transporte marítimo para evacuar los residuos. No ha funcionado.

En septiembre de 2017, Diario de Lanzarote ya publicaba un reportaje sobre los escombros con imágenes muy parecidas a las actuales. Y hay más problemas. Uno de los que más preocupa es el saneamiento. Después de varios años de obras, la red no está operativa y las cifras no están claras. Se anunció una inversión de 2,7 millones en abril de 2016 y el contrato se adjudicó por la vía de emergencia ante el riesgo de que las aguas sucias afectaran de forma irremediable a los sebadales.

La urgencia se ha traducido en que tres años y medio después el problema no se ha arreglado. Se han enterrado las tuberías, se ha construido una depuradora y varias estaciones de bombeo, que están por rematar, pero la obra no ha finalizado. Hace diez meses el Gobierno volvía a anunciar que se iban a suplementar otros dos millones de euros más para acabar los trabajos y se cifraban las obras anteriores en cinco millones, casi el doble de lo anunciado. Páez destaca que ahora tiene que hacerse la segunda fase, que ya no es por la vía de urgencia y que depende de la Dirección General de Aguas del Gobierno de Canarias.

Hay otras obras que sí siguen: nuevas casas y otras reformadas, en primera línea, en segunda línea… Y los turistas siguen llegando. El Plan Rector de Uso y Gestión del Archipiélago Chinijo se anuló por los tribunales y se ha quedado una especie de vacío legal que gestiona el Ayuntamiento de Teguise.

A esta situación, con una regulación debilitaba, se suma una escasa vigilancia y control. El único agente de Medio Ambiente del Cabildo está de baja médica, el Seprona también tiene graves carencias, hay una tripulación del barco de la Reserva Marina que tampoco tiene vigilantes, en La Graciosa solo hay un agente de la Policía Local de forma permanente y está previsto que se incorpore en breve un agente de Parques Nacionales.

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