EL PERISCOPIO

Temblores políticos en los Cabildos

Ángel Víctor Torres y Fernando Clavijo hablan, pero no de cómo salvar a Blas Acosta

En el centro, Blas Acosta, en el último pleno del Cabildo de Fuerteventura. Foto: Carlos de Saá
Juan Manuel Bethencourt 0 COMENTARIOS 09/02/2021 - 07:06

Los enjambres sísmicos de la política canaria no afectan por ahora a los pasillos del edificio ubicado en la calle Teobaldo Power de Santa Cruz de Tenerife, sede del Parlamento autonómico y el termómetro más fiable sobre la salud del Pacto de las Flores. Más bien al contrario, los movimientos telúricos han optado por la periferia para instalarse en los cabildos, quizá las instituciones que mejor reflejan las grandezas y miserias de la canariedad. Allí donde los espíritus animales anidan y las alianzas divergen en su coherencia con la tendencia general. Porque lo que vale para La Palma puede ser imposible en Fuerteventura. Y porque organizaciones hegemónicas en Gran Canaria son irrelevantes en Tenerife. Y viceversa. O casi. Un escenario complicado que merece un recorrido diferenciando a través de incendios vigentes o en conato.

Blas Acosta lo tiene muy mal. El presidente del Cabildo de Fuerteventura y líder socialista en la Isla ya asume como inevitable el éxito de una moción de censura en su contra, fechada en el mes de marzo, si se cumple la secuencia a través de la cual la también diputada Sandra Domínguez tomará posesión del cargo de consejera y hará con ello viables los números de una nueva mayoría. ¿Quién ocupará el cargo? Eso está más complicado, porque en este caso se produce una peculiar vetocracia que complica la estrategia de los tres partidos censurantes: Coalición Canaria, Partido Popular y Asambleas Municipales de Fuerteventura.

El líder de esta formación, Sergio Lloret, quiere ser presidente, pero no puede serlo legalmente por no ser cabeza de lista de la ya fallida alianza de AMF con Nueva Canarias. Lloret se resigna a cambiar un grupo de gobierno, el que rompió con el PSOE, por otro en coalición con CC y PP, pero sin él en la presidencia de la institución, su objetivo inicial. En respuesta, tampoco está dispuesto a devolver el bastón de mando a su lógica beneficiaria, la nacionalista Lola García, un inconveniente que tiene algo que ver con la digamos que mejorable relación que mantiene Lloret con el líder de CC en la Isla, el diputado Mario Cabrera.

La técnica del descarte recíproco entre aliados convierte al líder del PP, Claudio Gutiérrez, en probable beneficiario, aunque Gutiérrez prefería pactar con el PSOE y repetir con ello la fórmula ya vigente en los cabildos de Lanzarote y La Palma. Pero Australia Navarro le ha dejado claro que tal experiencia no es posible a estas alturas de la legislatura autonómica, lo que ubica a Gutiérrez en el centro del escenario como actor primordial de una censura que todo el mundo da por hecha, hasta el propio Blas Acosta.

El aún presidente fía sus últimas esperanzas a unas conversaciones entre Ángel Víctor Torres y Fernando Clavijo que, según éste, nunca se han producido. Vamos, que Torres y Clavijo hablan, pero no de cómo salvar a Acosta. Todo este embrollo suena muy parecido a aquello de la parte contratante de la primera parte o el camarote de los Hermanos Marx, pero es lo que está pasando en Maxorata.

Fiebres políticas por una vacuna palmera. La consejera insular socialista Susana Machín no era consciente de las reacciones adversas que provocaría la inoculación de la vacuna que consintió en recibir el pasado 7 de enero, en su condición peculiar de responsable de política social en el Cabildo de La Palma y por ello ocupante de un despacho en el principal centro de mayores de la isla, el Hospital de los Dolores. El aval firmado por el director médico del recinto, Juan Sanjuán, ha resultado inútil en términos políticos y ha abierto de paso una serpiente de incertidumbre sobre el futuro del pacto entre PSOE y PP que sostiene al popular Mariano Hernández Zapata como presidente del Cabildo. Ha sido el propio Zapata el que ha hablado claro en defensa de la legitimidad de la vacuna de la polémica, con mayor énfasis que la expresada por los líderes del partido al que pertenece la consejera Machín.

La cuestión tiene su relevancia en la medida que la baja de Susana Machín haría viable en términos numéricos una eventual moción de censura que, al menos a día de hoy, nadie en el PSOE de La Palma desea ni ampara. Pero palmero es el secretario de Organización de los socialistas canarios, Jorge González, más cercano a las tesis de una dirección autonómica que contempla como viable un entendimiento a medio plazo con CC, ahora en la oposición en el Cabildo de la Isla Bonita.

Los nacionalistas esperan, acaso a la espera de que las réplicas sísmicas en Cumbre Vieja escondan una lectura política procedente de la Madre Tierra. La líder de CC en La Palma, Nieves Lady Barreto, ha escuchado la frecuente sugerencia de Fernando Clavijo a los suyos: la recuperación de los bastiones perdidos, si llega, lo hará a través de las corporaciones locales. La vacuna de Susana Machín protegerá las defensas de una consejera joven y trabajadora, pero ha abierto dudas sobre la inmunidad del pacto en el Cabildo.

La venganza de Belén Allende. El socialista Alpidio Armas es presidente del Cabildo de El Hierro porque la unidad interna de los insularistas de AHI-CC saltó por los aires justo antes de los comicios de 2019, tras años de degradación en las relaciones entre la lideresa Belén Allende y los ahijados del chamán histórico del partido, Tomás Padrón, con David Cabrera como más significado discípulo. La agrupación de electores pergeñada por este último sigue aliada con los socialistas en el grupo de gobierno del Cabildo, pero no hace falta tener la pericia investigadora de la jueza Candela Peña para concluir que se trata de un acuerdo con fecha de caducidad. ¿Qué impide la ruptura ya en este mandato? El escaño que aún ocupa Belén Allende en la corporación insular y la nada disimulada inquina que se mantiene entre ésta y David Cabrera, con el diputado autonómico Narvay Quintero en medio del fuego cruzado, indemne pero también acusado de permitir el deterioro progresivo de la organización.

Mientras tanto, Alpidio Armas calla, escucha, pregunta, otea, acaso hasta reza a la Virgen de los Reyes. Sabe que la imposible reconciliación entre antiguos compañeros (o sea, la mayor enemistad posible, la de los propios) es su pasaporte hacia una segunda mitad de mandato relativamente tranquila. O no.

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