CULTURA

Víctor Bello y su libro del confinamiento sin coronavirus: “Tenemos dificultad para entender la falta que nos hace la naturaleza”

'Del uno al otro confín' son dieciocho relatos escritos durante el confinamiento que no mencionan ni una sola vez la palabra coronavirus. Una ficción alegórica y terapéutica para querernos mejor

Fotos: Adriel Perdomo.
M.J. Tabar 0 COMENTARIOS 11/07/2020 - 08:19

Rubén Darío solía decir que un libro es sinónimo de fuerza, valor y alimento. De estas tres cosas hemos estado muy necesitados desde el 14 de marzo, cuando el Gobierno decretó el estado de alarma para frenar el contagio por coronavirus en España.

Para llenar el vacío de la incertidumbre, la familia del escritor, historiador y archivero Víctor Bello (Córdoba, 1972) le pidió que hiciera circular los relatos que escribía cada mañana en su casa de Playa Honda, después de tomarse el café y leer los titulares de una prensa que hacía recuentos de fallecidos por COVID-19 minuto a minuto, como si estuviera cubriendo el devenir de un derbi futbolístico.

Sus breves píldoras de ficción empezaron a compartirse en redes sociales y tuvieron tan buena acogida que han terminado convertidas en un libro: Del uno al otro confín. Relatos del confinamiento (Beginbook Ediciones, 2020).

En estos dieciocho relatos, que describen diferentes tipos de confinamiento, no existen referencias directas al virus, ni a la realidad pandémica en la que seguimos inmersos. Hay viajes a Lisboa sin salir del pasillo de casa, gatos que hablan y tertulias regadas con vino. Casi todos con vuelta de tuerca final y emociones con las que resulta fácil empatizar.

“Para mí la literatura es principalmente un entretenimiento y si provoca una reflexión, tanto mejor”, cuenta Víctor. En un contexto catastrófico buscó “algo de positividad” e invocó las armas esenciales del homo sapiens: la solidaridad y la memoria.

'Idiosincrasia': leones que comen cebras

¿Le ha cambiado la mirada el confinamiento? “Al principio, sí, pero luego tristemente eso se desvaneció”, explica. Al principio las toninas volvieron a acercarse al puerto y los peces regresaron a la playa. En uno de sus primeros paseos, Víctor vio un cernícalo detrás de su casa. “Tenemos dificultad para entender la falta que nos hace la naturaleza. La invademos en cuanto podemos”.

Los amigos más distantes empezaron a escribir. Los vecinos con los que no mediamos palabra empezaron a saludar. Víctor sentía, como tantas otras personas, el calor de la familia por videollamada. Se emocionaba a la hora del aplauso a los sanitarios y pensando en los jóvenes que hacían la compra a las personas mayores.

“Para muchos mayores el confinamiento fue un shock. ‘¿Cómo que no puedo salir? Si en la Guerra Civil iba a hacer la compra y al bar’, pensaban”

Durante un breve periodo de tiempo, la pandemia tendió puentes y separó granos de pajas. “Notaba más humanidad. En situaciones extremas aflora lo mejor del ser humano”, explica el autor. Pero el sueño se acabó con la desescalada. “¿De esta salimos mejores?”, se pregunta. “Viendo el comportamiento de mucha gente, pienso que no”, responde inmediatamente. De eso habla Idiosincrasia, una fábula que narra un cambio de sistema en un zoológico y donde cada lector podrá poner la cara que guste a los leones, las cebras y las gallinas de Guinea que protagonizan el relato.

El uso de la tecnología en las relaciones humanas y en el mundo laboral es otro de los temas que aborda Víctor Bello es su segunda obra de ficción. Su mujer empezó a teletrabajar durante el confinamiento y él dio su primer curso por videoconferencia. “Esto ha llegado para quedarse, pero mucha gente se está quedando atrás”, señala, refiriéndose los alumnos que no han podido seguir las clases online porque no tienen ordenador o conexión a internet en sus casas. El confinamiento, recuerda Víctor, ha vuelto a poner de manifiesto la desigualdad de la sociedad. El chalet con jardín frente al piso minúsculo compartido.

“Para mí la literatura es principalmente un entretenimiento y si provoca una reflexión, tanto mejor”

El relato 7G es un homenaje a la ciencia ficción y a las distopías proféticas de Orwell y Bradbury. Sólo hace cuatro meses, los vehículos de Protección Civil circulaban lentamente por las calles desiertas de Lanzarote esparciendo advertencias por megafonía: “Atención. Emergencia sanitaria coronavirus. Permanezcan en sus casas”. La Unidad Militar de Emergencias desinfectaba lugares concurridos y muchos vecinos murmuraban “es de película”. Algunos ancianos preguntaban a sus hijos si acaso había llegado ya el Apocalipsis. “Para muchos mayores fue un shock. ‘¿Cómo que no puedo salir? Si en la Guerra Civil iba a hacer la compra y al bar…’, decían”, añade Víctor Bello.

“Compartir emociones, buscarle el lado positivo, abrazar a la familia, aprovechar el momento...”. Para esto surgieron estos relatos espontáneos y terapeúticos, que llevan como título un verso de La canción del pirata, de José de Espronceda. “Navega velero mío, sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor”. Un antídoto para la miedocracia.

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