ECONOMÍA

Vuelve el turismo a Lanzarote, pero se estanca el negocio

Las zonas turísticas comienzan a levantar cabeza, pero con muchas dificultades. El comercio arrastra más problemas que la restauración y el precio del alquiler de los locales sigue siendo decisivo

Saúl García 0 COMENTARIOS 13/09/2021 - 06:21

El turismo ha vuelto, pero no lo ha hecho como antes de la pandemia, ni en número ni en condiciones económicas ni en cuanto a los países de origen. Pero llegó el verano y volvió el turismo. Abrieron los hoteles y apartamentos que aún no habían abierto y abrieron los comercios que tampoco lo habían hecho. La oferta, por tanto, ya está casi al cien por cien. Otra cosa es la demanda.

Después de una visita a comercios, bares, restaurantes y negocios de las tres grandes zonas turísticas de la Isla, Costa Teguise, Puerto del Carmen y Playa Blanca, hay algunas conclusiones comunes a todas. La pandemia ha afectado a todos por igual, pero el precio del alquiler es el elemento decisivo para haber aguantado o haber cerrado de forma definitiva. Aquellos que no cuentan con local propio y no han conseguido una rebaja o aplazamiento del precio del local, o bien han cerrado o están a punto de hacerlo. Hay cientos de locales cerrados en las tres zonas.

Por otro lado, la restauración ha comenzado la remontada mejor que el comercio. “Las personas salen a comer y beber, que es lo básico, pero no compran”, dicen muchos comerciantes. Se gasta en lo imprescindible.

Otra conclusión: ha sido el turismo peninsular e, incluso, el canario el que ha mantenido el tipo este pasado mes de agosto, ha comenzado tímidamente el turismo inglés, pero no en la medida en que se necesita, como el irlandés, ha desaparecido el alemán y a todo el mundo le sorprende la cantidad de italianos y de franceses que han llegado, más que antes de la pandemia.

Y por último, las restricciones han seguido haciendo mella, al menos a la restauración. Algunos se han quejado de que haber tenido que cerrar a las doce, en pleno verano, les ha perjudicado. Uno de los que se queja del horario es Kale, que trabaja en El Rincon, en Costa Teguise, un bar que se puede decir que es producto de la pandemia. Abrió hace ocho meses con tres socios que se dedicaban ya a la hostelería y se vieron en ERTE. “Trabajamos mucho con gente de aquí, y no va nada mal, de locura”, dice.

En Four Seasons han vuelto hace poco, pero lo han hecho a lo grande. Este viernes ya comenzaron con las actuaciones en vivo. “Esto va poquito a poquito, no tiene nada que ver con lo de antes, y hay solo españoles y británicos”, dice Suso, el encargado. El local es muy grande y necesita mucha clientela. “El fin de semana se animó un poco más, pero esto ahora baja de nuevo en septiembre”, asegura.

El comercio lo lleva peor. A solo unos metros de esos dos bares está Modas Milano, desde hace veinte años. Refai, su dueño, dice que hay días que abre para que no se le estropee el género, de cuero y de piel. Y comenta que ya ha dejado de comprar porque aún tiene género por valor de 150.000 euros sin vender y que se va a pasar de moda. Sigue abierto porque el local es suyo. “Hace falta que haya turismo, pero de calidad”, dice.

Él abrió hace un mes, pero dice que hay muchos locales que no van a volver a abrir. “Si no amplían el ERTE hasta final de año, va a ser difícil aguantar porque hemos perdido el 85 por ciento del turismo alemán e inglés y así es difícil”. “La situación es muy mala, pero esperemos que se vaya recuperando todo poco a poco y aguantar hasta donde podamos”, apunta.

Aún hace menos tiempo, tan solo unas semanas, que abrió Luca, que trabaja en Tickets Direct y que ha estado un año y medio en ERTE. Es un negocio de venta de excursiones. Dice que aún no han vuelto todas y que otras tienen aforo reducido, pero que no se han vendido mal, aunque cree que se notará de nuevo el descenso del turismo nacional a partir de septiembre. “Hay mucho peninsular y francés pero Lanzarote depende del inglés y el alemán”. “Dependemos de lo que diga Boris Johnson”, resume: “Llevo treinta años en la Isla y es la primera vez que pensé en mudarme”.

Luca está en la puerta del centro comercial Las Cucharas. Dentro, una comerciante dice que muchos de los bares y restaurantes han cambiado de dueño o se alquilan, hasta cinco. El Number One no ha cambiado. Dina lleva 25 años trabajando allí y dice que este pasado mes “ha ayudado mucho la gente de otras islas, pero ahora viene un bajón otra vez”. “También viene mucho peninsular y algún inglés, pero no he visto ni un alemán”, señala.

Abrieron en septiembre de 2020, pero tuvieron que volver a cerrar. Aprovecha para quejarse de los baños que hizo el Ayuntamiento frente al bar, que dice que son antiestéticos y que están muy cerca de las terrazas y muy lejos de la playa. “Han quitado toda la vista al mar y, encima, los hicieron hace tres años y no los han abierto”.

Puerto del Carmen

Aunque parezca mentira, hay negocios que van mejor que antes. Luisa, de Plus Car, en la Avenida de las playas de Puerto del Carmen, dice que desde julio están a tope: “No hay coches libres, incluso ha subido el precio y está mejor que antes de la pandemia y las previsiones son buenas, de momento”. Pero no es lo normal.

Solo unos metros más allá está Weiler, de Motobike, que en lugar de a las cuatro ruedas se dedica a las dos: alquiler y reparación de motos y bicicletas. Abrió su negocio por primera vez el 10 de marzo de 2020, cuatro días antes del confinamiento, y durante mucho tiempo dice que ha sobrevivido por las reparaciones, “porque la gente sacó sus bicis para reparar”. Pero eso no es suficiente.

Agosto ya ha ido mejor, sobre todo con peninsulares y con muchos franceses. En la Avenida se ven varios bazares y algún que otro restaurante cerrado. Daniel regenta un bazar desde 2003 de manteles y otros regalos. Abre dos horas por la mañana y dos por la tarde, pero vende poco. Sus clientes solían ser irlandeses, ingleses u holandeses: “Los turistas solo van a la playa, pasan, pero no compran”, dice.

Khemchamd, de Erpruati Choice, abrió hace tres años y coincide en esa opinión: “Hay algo de gente, pero no trae dinero porque la economía está mal, hay turistas pero no gastan, solo la comida porque es esencial”. Dice que la venta de ropa va muy mal y han cerrado varios negocios. Sin embargo es optimista: “el próximo año ya será mejor”.

Y, como en Costa Teguise, a los bares les va un poco mejor. En el Bagatela, uno de los camareros se acaba de incorporar después de año y medio en ERTE. Su compañera, Ana, ya lleva desde agosto del año pasado y ha pasado por meses en los que no había nada de trabajo. A mediados de julio empezó a mejorar la cosa. “Es un año muy malo, primero lo de cerrar a las seis de la tarde y, ahora, a las doce, que a veces está la terraza llena y es una faena echar a la gente”. “No es para tirar voladores, pero agosto va mejor, aunque no se parece en nada a antes de la pandemia”.

Aún le va mejor a Dolomiti, un establecimiento de los más clásicos de la Avenida, que acaba de abrir por primera vez desde marzo de 2020. Su encargado, David, dice que hacía 15 años que no trabajaba tanto. Trabajan con muchos residentes, pero también con turistas. Le ha sorprendido “que haya tantos italianos y franceses”.

Miguel Ángel es pintor. Lleva ocho años en una esquina de la Avenida, trabajando y exponiendo. “Gracias a que vendo por encargo y tengo clientes fijos”, dice. “Agosto ha sido bueno, pero solo desde el día 15”. Desde su esquina está al tanto de lo que pasa en la zona: una heladería que ya no abre porque le cobraban una barbaridad de alquiler, igual que un supermercado pequeño, que llevaba 30 años abierto y ha cerrado, o la óptica que se ha ido a Arrecife. “Si no bajan la renta, pues cerrarán todos”, dice.

La renta

El alquiler es uno de los graves problemas en Playa Blanca, sobre todo en la calle Limones, donde pasa gente, pero no compra casi nadie. “Yo lo voy a dejar porque no se puede”, dice Adi, de Mundo digital. Abrió el negocio el 1 de marzo de 2020. Dice que los alquileres son muy altos, por encima de los 2.500 euros. “Los propietarios tienen que tener más humanidad, si no, acabarán cerrando todos”, señala. En la Avenida, Ma regenta un bazar desde hace diez años y dice más o menos lo mismo: “A la gente le falta dinero, no gasta nada”.

Adi asegura que en la calle Limones ha cerrado el setenta por ciento de los negocios. No son tantos, pero en toda la calle hay 29 locales cerrados. En la esquina con la calle Rociega parece que ha pasado un ciclón. Hay seis locales seguidos sin abrir. Un poco más adelante está el restaurante Sergio, de los hermanos Tomasso y Ricardo. Abrieron en 2019 y este verano les ha ido mejor que el verano sin Covid, dicen. “En agosto muy bien, la gente quiere salir y se nota”.

Mientras, la playa está llena y las terrazas de la Avenida también. Una de ellas es La Góndola, que regenta Manolo. Dice que no ha ido mal el verano, “con muchas familias inglesas con niños”. “Iba muy bien al principio y desde hace unos días ya ha bajado a la mitad, a partir del día 20”. Se queja de que hay una competencia feroz, que hay establecimientos que ocupan toda la calzada con sus carteles y que los ticketeros se lanzan a la caza contra los turistas.

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