Ana Carrasco

Hasta luego cocodrilo

Los habitantes de Valladolid estuvieron preocupados con aquello de que un cocodrilo de metro y medio discurriera a sus anchas por el Pisuerga. Insólita amenaza, obligó a desplegar una intensa operación denominada "Lacoste" llevada a cabo por cuerpos de seguridad y científicos expertos en saurópsidos. Finalmente, las incursiones por el afluente del Duero se cancelaron ante la falta de evidencias de la existencia del ejemplar, que desde el punto de vista evolutivo es un pariente próximo de las aves.

Siempre ha habido miedos creados, amenazas inventadas, relativamente justificadas y perdonables, como aquellas utilizadas por nuestros padres para protegernos o disuadirnos de algo. "Que viene el hombre del saco", o... "no vayas a la maleza que hay camellos calientes", son algunas que oí en mi infancia. Con nueve o diez años desconocía el significado de que un camello estuviera caliente. Bastaba la sibilina frase para morir de miedo.

Pero hay amenazas inventadas mucho más calientes, serias, graves y malignas. Son las que nos mete a cucharadas el poder político para generar miedo y tensión. Porque el miedo, parafraseando a Chantal Maillard, es un arma poderosa que tan solo el hambre supera. Un arma tan eficaz que se emplea deliberadamente para destruir democracias y someter a la ciudadanía. Jose Antonio Marina escribe en Anatomía del miedo su alcance: "el que provoca el miedo corrompe las relaciones, los sentimientos, las situaciones, la integridad y el yo".

Y el yo físico también; porque vivir con miedo tiene consecuencias graves para la salud. Bajo condiciones de miedo el sistema nervioso simpático se activa: las glándulas suprarrenales segregan adrenalina y aumenta el ritmo cardíaco, porque nosotros, animales, a diferencia de las plantas, corremos para evitar el peligro. Por eso, en los momentos de estrés, el hipotálamo libera el cortisol, una hormona que, a su vez, activa los niveles de glucosa en sangre. Y para mayor inri, el estrés interfiere en el sistema inmunológico interrumpiendo la producción de nuevos linfocitos, aumentando los riesgos cardiovasculares, las infecciones y la probabilidad de sufrir cáncer.

Robert Sapolsky, neuroendocrinólogo, estudió los efectos del estrés en salmones capturados después del desove: "poseen concentraciones altas de cortisol, enormes glándulas suprarrenales, úlceras pépticas y lesiones en los riñones". A la especie humana le pasa algo similar bajo un estrés continuado, de ahí que las personas sin hogar tengan las glándulas suprarrenales más grandes.

Por tanto, resulta imperdonable la fabricación de miedos, los miedos creados y alimentados por déspotas para amedrentar a los ciudadanos y hacer fracasar las democracias. Es decir, resultan imperdonables los demagogos y sus demagogias.

Irene Vallejo habla de ello a través del pensamiento de Aristóteles: "Cada sistema posee un riesgo característico que anida siempre en su interior y amenaza con hacerlo fracasar. En el caso de la democracia ese peligro tiene el nombre de demagogia, una antigua palabra que significa arrastrar al pueblo".

Platón decía que los demagogos se aprovechan de la libertad de expresión para erigirse en tiranos. Y ojo, esos demagogos erigidos en tiranos afloran como setas en tiempos de crisis.

Lo del cocodrilo del Pisuerga pudo ser una broma pesada inventada por alguno durante su aburrido confinamiento. Lo que no es broma y sí un crimen, son las demagogias de aquellos déspotas que dicen protegernos de los enemigos que ellos mismos inventan: inmigrantes, negros, homosexuales, feministas, comunistas...

A esos tiranos mentirosos no les queda otra que decirles Hasta luego cocodrilo. Mandarlos a freír sus propias demagogias. Y como entre ellos sobresale Donald Trump, les animo a despedirle de la presidencia de EEUU a ritmo de "See you later alligator", a ritmo de este famoso rock and roll:

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