CRÓNICA

Lluvia negra sobre La Palma

El sol brilla en lo alto, pero parece llover. Al menos, así lo hace entender el incesante repiqueteo sobre la carrocería. Lo que cae es una lluvia negra de ceniza volcánica

Gregorio Cabrera 1 COMENTARIOS 30/09/2021 - 19:52

Una serpiente negra parece haberse cruzado en la carretera que se encarama a la vertiginosa costa este de La Palma en busca de Los Llanos de Aridane. Pero no lo es. El espejismo se debe a una ráfaga de viento que hace cobrar vida a parte del polvo negro acumulado en una cuneta. Ahora mismo no cae ceniza en esta vertiente de la isla bonita. De hecho, el empuje del alisio ha agolpado un denso manto de nubes que deja escapar alguna tímida gota.

Al cruzar el túnel revestido en blanco que atraviesa las montañas, el cielo se abre. De los nubarrones tan solo quedan ya los girones que se descuelgan de los riscos, como garras vaporosas que quisieran atraparnos de nuevo. Algo raro sucede otra vez. El sol brilla en lo alto, pero parece llover. Al menos, así lo hace entender el incesante repiqueteo sobre la carrocería. Pero se trata de otro truco del volcán Tajogaite, cuyo bramido ya se escucha a lo lejos. Lo que cae es una lluvia negra de ceniza volcánica.

Caída la Iglesia de Todoque, los alrededores del pequeño templo de Tajuya se han convertido en un improvisado mirador al titán, que este jueves ruge con especial fiereza. En realidad, cualquier cuneta del pueblo vale para el propósito. Si se aguarda unos minutos en alguno de estos apartaderos, se ve un poco de todo, incluidas furgonetas llegadas de Tenerife en excursiones rápidas para que los turistas contemplen este fenómeno de la naturaleza que, por su ubicación, ha venido preñado de desgracia.

A esa distancia prudente del volcán, la oscura lluvia se hace notablemente incómoda, en especial para los ojos. “No nos quedan gafas protectoras”, se encogen de hombros en una farmacia. El aire porta también notas de azufre. Precisamente este jueves, el comité científico que toma el pulso de la erupción volcánica confirmó el aumento de la explosividad y la emisión de gases, lo que se traduce en aumentos puntuales de la concentración de dióxido de azufre, sin alcanzar en estos momentos niveles que afecten a la salud de la población.

Si se aguarda unos minutos, se ve un poco de todo, incluidas furgonetas llegadas de Tenerife en excursiones rápidas para turistas

Por ahora, ya son más de 850 los inmuebles engullidos por la lava, además de otros casi 170 derruidos de forma parcial, sin contar las fincas agrícolas, negocios y sueños edificados durante décadas que simplemente son un recuerdo. “Estaba y ya no está”, como dijo en una ocasión Saramago al hablar de lo que supone la muerte y que vale en este caso para la destrucción absoluta de un espacio.

En el centro de los Llanos de Aridane se ve a numerosas personas caminando bajo la protección de paraguas. O con gafas, los que han estado más prestos. La coreografía urbana del día incluye barrer sin cesar. Un restaurante con aires parisinos intenta atraer a la clientela con música de cámara, apenas audible a causa del clamor que procede del cráter, visible desde muchas de las azoteas de la localidad. “¿Es nieve, mamá?”, pregunta una pequeña de camino. La verdad es que se diría que tratan de avanzar a través de una ventisca.


Electrodomésticos donados por Cristóbal Luis.

Cristóbal Luis Pérez está al pie de su negocio en una de las avenidas principales de Los Llanos. Casi hay cola para hablar con él, que es un ejemplo de la solidaridad desplegada en La Palma ante los desahucios inmediatos decretados por el volcán. Ante la tienda, Mayorarte, se despliegan neveras y lavadoras, parte de las más de 120 que ha donado a las personas que lo necesitan, junto a otros muchos electrodomésticos y con la ayuda de Cedecasa. En total, suman cerca de 50.000 euros. “Yo sé lo que es pasarlo mal, porque tenía una inmobiliaria y lo perdí todo en la crisis de 2008”, rememora. Al minuto, llega otro hombre a preguntar de nuevo: “¿Cómo hago?”. “Vaya al Ayuntamiento y allí le explican”, le explica Cristóbal. “Lo peor son los conocidos que te dicen que no les gusta pedir, que nunca se habían imaginado así, pero que no les queda otra. Te parte el alma”, exhala.

“Lo peor son los conocidos que te dicen que no les gusta pedir, que nunca se habían imaginado así, pero que no les queda otra. Te parte el alma”

“Al principio la lava se quedó tocando con lo mío. Para eso, prefería que se la llevara”, como al final ocurrió, señala alguien guarecido en la barra de un bar y que prefiere cobijar también su anonimato. Conversaciones de este tipo se captan al vuelo. Llueven, como las cenizas. Pero estas no queman. Las historias que se oyen abrasan el alma.

Una furgoneta está aparcada en un rellano de la carretera que baja de Los Llanos a Tazacorte. En su interior pernocta Antonio Gómez, que se vino desde Gran Canaria hace ya más de una semana para aportar su ayuda en lo que fuera. Desde esta atalaya observa la inmensa humareda que provoca la colada al entrar en contacto con el Atlántico en la Playa de los Guirres, que ha dejado paso a un delta que sigue creciendo.


Pasear en Tazacorte con la humareda al otro lado del dique.

En la playa del puerto de Tazacorte reina una calma contradictoria, difícil de encajar en este puzle de sufrimiento en el que se ha convertido La Palma para muchas personas por culpa del volcán. Aquí, los turistas pasean por la orilla, toman el sol y ocupan mesas en las terrazas del paseo mientras la columna de humo que emerge del océano se deja ver por encima del gran dique. La extrañeza y la fumarada son en realidad simples velos de la tristeza y la preocupación que también manan en La Palma junto a los hirvientes ríos de lava del Tajogaite.

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Comentarios

Increíble artículo. Al leerlo me he sentido en la propia isla, sintiendo el propio volcán. Gracias!!!

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