CRÓNICA

Tajuya: entre el cielo y el infierno

“Arriba es un espectáculo. De ahí para abajo, una tristeza”, resume en el principal punto de encuentro para la visión nocturna del volcán Juan Carlos Pulido, que vivió las erupciones de 1949 y 1971

Gregorio Cabrera 0 COMENTARIOS 01/10/2021 - 09:25

La ceniza que arroja el volcán Tajogaite de La Palma se ha adentrado en el interior de la Iglesia de Tajuya. La explanada del templo, asentado sobre un promontorio, brinda una buena atalaya para contemplar la erupción, en especial cuando la noche se convierte en el lienzo perfecto para la lava. Vecindad, gente de paso y perseguidores de erupciones de distintos países se reúnen aquí desde que cae el sol y hasta bien avanzada la madrugada para contemplar el infierno desde el entorno que ofrece una construcción con fines celestiales.

La visión nocturna es dantesca. Además, la pasada noche se apreció el nacimiento de una nueva colada que se descolgó por la ladera con rapidez desde la parte trasera del cono secundario, según confirmaron los especialistas que monitorean cada paso de la bestia. Quienes acuden cada noche no precisaron de confirmación oficial.

De la masa destaca una figura hierática que no pierde ojo de lo que sucede en la fragua del Tajogaite. “Esa lengua de lava no estaba ahí cuando yo llegué”, sentencia. Lo dice Juan Carlos Pulido Pérez, vecino de Los Llanos de Aridane que a la fuerza algo sabe de volcanes. Nacido en 1943, vivió también los reventones del Volcán de San Juan en 1949 y el del Teneguía en 1971.

Vecindad, gente de paso y perseguidores de erupciones de distintos países se reúnen desde que cae el sol y hasta bien avanzada la madrugada para contemplar el infierno

“Aquí arriba es un espectáculo. De ahí para abajo, una tristeza”, resume mientras contempla el fulgor del río de lava que desemboca en la forma de una cascada de fuego en la que un día fue la Playa del Perdido. Recuerda que las dos erupciones anteriores no causaron tanto destrozo, ni de lejos, aunque con el volcán de San Juan tocaron a rebato las campanas de la Iglesia de Los Llanos. “Hizo daño a algunas casas”, rememora, y los desprendimientos se cebaron con una nave de empaquetado de plátanos.

Y los plátanos, precisamente, tienen hablando solo a Juan Carlos, pues el hombre, a causa de los cortes para delimitar la zona de exclusión y las vías arrasadas por la colada, tuvo ayer que recorrer dos horas de ida y otras dos de vuelta en coche en compañía de un amigo para llegar a su pequeña finca platanera del Charco Verde y “darle agüita” a las plataneras.

Por último, recuerda que en estos días “muchos han dicho por la boca lo que van a hacer y ahora, lo que han dicho, que lo hagan, que no pase como con los incendios, que hay gente que dice que no ha recibido un duro todavía”. A su lado, con la mirada clavada en el volcán y su pirotecnia, se encuentra su mujer, Antonia Acosta Ruiz, y también su hijo, Alberto: “Uno ve esto y se queda sin palabras”. De momento, es el primer volcán de Alberto.


Antonia Acosta Martín contempla el volcán.

A veces el volcán parece dar y darse un respiro, pero en realidad es como si tomara impulso para una explosión todavía mayor apenas unos instantes después. Elena Bonilla Sánchez, también vecina de Los Llanos, alza la voz para recordar que “se ha llevado la casa de mucha gente” y que en su casa tiene acogidos a varios familiares.

El joven Manuel Garrido Hernández, de El Paso, subraya que su hermano tiene una discapacidad y que ha perdido su ritmo educativo tras la destrucción del centro al que asistía. “Estamos pagando un precio muy caro”, proclama. Su amigo Ángel Villegas asiente con la cabeza.

Entre quienes aparecen y desaparecen se dan casos de personas que quieren poco menos que hermanarse con el volcán y preguntan por las carreteras para acercarse a la colada. “Mira, tú ves las luces de esa patrulla. Pues hasta ahí puedes llegar, olvídate, mi niño”, le planta en seco una llanense.


Iglesia de Tajuya y al fondo la erupción.

Pocos minutos después, a las luces azuladas de la Policía Local se suman hasta dos, tres, cuatro y cinco más, además de unidades de la Guardia Civil, movimientos que coinciden con la confirmación de la nueva lengua de lava. Vecinos y vecinas comentan entre sí que les da la impresión de que la colada parece empezar a colmatar determinadas hondonadas que ha ido rellenando día tras día. El tiempo dirá.

La caída de ceniza volcánica arrecia otra vez. Ahora es un chaparrón. El portal de la Iglesia ofrece algo de protección frente a la escoria que escupe el volcán, que también impregna el aire con el aroma del azufre. La lucha entre el cielo y el averno cobra vida estos días en Tajuya.


Imagen desde el interior del templo.

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